Aun llevaba las gafas de esquí en la cabeza
cuando se sentó en el balcón con un chocolate caliente y espumoso, además de una
rosquilla rellena con crema de vainilla y cubierta de azúcar molida. No le
gustaban las sillas, por lo que se acomodó sobre la mesa adoptando la típica
posición de loto. Observó entonces el paisaje que se extendía ante ella y con
una sonrisa se llevó la taza a los labios. Era una vista espectacular, de
montañas nevadas y un cielo embotado. Los pinos adornaban las faldas, creando
manchas de bosque, y uno que otro se arriesgaba a abandonar la seguridad del
grupo. Estos eran tan diminutos, que le hacían notar la distancia y la
extensión de lo que contemplaba… Era simplemente monumental.
La puerta se abrió detrás de ella y él salió
con una bolsa llena de manzanas y una de las frutas en la mano. Esta ya había
sido mordida y exponía su herida con dolor; incluso la marca de los dientes era
perfectamente distinguible. Sin decir nada se sentó a su lado, igualmente sobre
la mesa y utilizando la silla para apoyar los pies. Los codos descansaban sobre
sus muslos, mientras su mirada recorría el paisaje austriaco con una seriedad
guiness.
Ella lo contempló unos segundos, esperando a
que dijera algo, pero sabía que no lo haría. Nunca lo hacía. Sólo la buscaba,
ignorando a los otros treinta y cinco, y se acomodaba junto a ella no
importandole donde se encontrara o que estuviera haciendo. Ya se había
acostumbrado, pero aun así siempre lograba asustarla cuando aparecía de forma
silenciosa y misteriosa… y luego simplemente no decía nada. Esperaba siempre un
minuto y luego perdía la paciencia. Lo había cronometrado antes un par de
veces, era un minuto exactamente. Aunque una vez había logrado incluso el
minuto con siete segundos…
-¿Cómo puedes comer manzanas en invierno? –Era
lo que en el momento saltaba a su vista. –Y una bolsa entera… Se supone que
esas son las manzanas para el pie.
-Es verano… -Escuchó el crack de los dientes
mutilando la carne de la fruta nuevamente. Al másticar se concentraba en el
lado derecho, por lo que adquiría un cierto aire de niño con la boca demasiado
llena. Entonces la miró con el rabillo del ojo, enarcando una ceja con
escepticisimo. -¿Y por qué no se pueden comer manzanas en invierno…?
-No son buenas, vuelven las hadas en tu
estómago crueles y frías… -Dijo aquello, concentrándose en el paisaje frente a
ella. Pudo notar aun así como la explicación no parecía haber aclarado
realmente nada.
-Y tu rosquilla…
-En invierno necesitan mucha azúcar para
funcionar bien. Si no comienzan a revolotear demasiado y pueden dañarse las
alas…
-Es verano.
-¿Te parece eso verano? –Con una mano señaló
las montañas nevadas.
-Es un glaciar, siempre se ve así…
-Exacto. Estamos congelados en el tiempo… en un
invierno del siglo IX, cuándo el imperio austrohúngaro aun encerraba a sus
princesas en castillos y contrataba dragones para que las protegiera…
-El imperio Austroúngaro no tiene nada que ver
con la edad media… -Ella sólo se encogió de hombros y le pegó un mordisco más a
la rosquilla.
-Se escucha mejor que el Regnum Francorum si me lo preguntas… Aunque tendrás que quejarte
con Nina. Ella es la que siempre me cuenta las hitorias que García le cuenta… Y
García cuenta sobre el imperio Autroúngaro en el siglo IX y la princesa
enloquecida.
-¿Quién es Nina?
-La cocinera. -El meneó ligeramente la cabeza como
si intentara ordenar las ideas. Entonces frunció el ceño y la observó desconcertado.
-¿Y
García?
-El dragón que cuida a la princesa… -Por un
momento despegó la mirada de las montañas y lo miró a los ojos. –Nina dice que
tiene cierto aire a Dalí, pero que sólo lo vez cuando suspira y los bigotes se
le tensan con la corriente de aire...
Por primera vez sonrió y en la comisura de los
labios se le formaron camanances. Entonces giró el rostro repentinamente,
intentando esconderlo. No le gustaba que lo vieran reír y ella no podía entender
el por qué. En realidad nunca lo veía sonreír a menos de que la hubiera buscado
de nuevo, dejando a los otros treinta y cinco detrás, pero cuando lo hacía, le
gustaba… Sintió entonces como las hadas reclamaban azúcar nuevamente, por lo
que le dio un trago largo a su taza de chocolate. Ahora que se había enfriado un
poco podía tomarlo con más prisa, como le gustaba.
-Deberías dejar de visitar a… a Nina… Tus
historias son raras, pero esta está rematada…
-Tu también la visitas… -Al decir esto él mordía
la manzana nuevamente y extrañamente casi se atraganta ante su comentario.
–Pero si no le preguntas el nombre nunca te contará ninguna historia, menos la
de García y la princesa enloquecida. –La miraba ahora con desconcierto, pero
ella simplemente siguió. –Siempre te prepara tu bolsa de manzanas, así como me
prepara a mi rosquillas con crema de vainilla. Por eso no hemos tenido pie de
manzana, siempre te las reserva a ti. Dice que “…el joven Lobo las necesita…
las necesita hasta que logre salvar a la princesa enloquecida…” Creo que le
caes bien… -Notó como tanto la seriedad de su rostro, como los camanances de
hacía unos momentos, desaparecían. Ahora la observaba con orbes tan abiertos
como los de un gecko. Ella simplemente le sonrió. -¿Quieres que te cuenta la
historia? Pero lo haré sólo si la próxima vez llamas a Nina por su nombre…
La única respuesta que obtuvo fue un gruñido
ligero, además de que volvía a fruncir el ceño. En esos momentos terminaba
también de comerse la fruta, dejando sólo el palito. Hasta las semillas y el
mismo corazón lo había triturado. De verdad parecía necesitar la fruta, porque
sin pausa tomó una nueva de la bolsa y con ganas, o tal vez furia, la mordió
produciendo un doloroso crack. No había visto a nadie comer una manzana con
tanto sentimiento antes…
-Había una vez un imperio Austroúngaro, al cual
le gustaba encerrar a las princesas hermosas, porque era costumbre encerrar
princesas hermosas. La princesa de esta historia tiene el cabello negro, aun
cuando todas las demás son rubias y grandes. Ella es chiquita pero hermosa y el
imperio Austroúngaro la encerró en aquella gruta… -Señaló un area oscura, que a
tanta distancia no era realmente distinguible. El entornó los ojos y su semblante
demostraba que no lograba ver realmente lo que ella le mostraba. Aun así siguió…
-En la gruta hay un castillo construído, en el cual vive la princesa desde
entonces. Por eso se ha congelado el tiempo también, ya que este lugar le
pertenece a la princesa y a su eternidad… El castillo lo cuida y guarda García,
un dragón contratado y que sufre de depresiones. El siempre baja a conversar
con Nina, ya que no puede hacerlo con nadie más. Ya sabes, la princesa está
loca… –Se encogió de hombros y lo observó con resignación, como si la pobre
mujer de cabello negro no tuviera salvación. Él sin embargo ya no observaba el
paisaje del todo, sino que se concentraba en ella mientras mordía la segunda
fruta aun.
-Toda princesa tiene un príncipe azul por
supuesto, pero esta princesa tiene un príncipe gris… Se llama Lobo y se pueden
escuchar sus lamentos en las noches en las que no ha logrado alcanzar a su
princesa. Es un príncipe solitario y desesperado que, al salir la luna, busca siempre
una nueva vía para entrar en el castillo. Lastimosamente no siempre lo logra y cuando
esto sucede se hunde en el frío de la montaña y aulla aun más fuerte, cómo si
el corazón se le despedazara poco a poco… Extrañamente nadie lo puede escuchar,
sólo García y la princesa… Y Nina, o eso dice ella por lo menos… -Hizo una
pausa y luego volvió a hablar con voz más profunda. -Cuando la princesa lo
escucha, se encierra en su habitación y no pudiendo hacer nada… enloquece aun
más.
-¿Por qué…?
-Porque está enamorada y ha vivido doce siglos
en la incertidumbre de no saber si Lobo aparecerá esa noche o no.
-Podría simplemente irse con él…
-Si lo hiciera ya no sería una princesa y el
tampoco un príncipe. Serían gente normal y corriente, que se da lo que quiere y
luego ya no tiene nada que pedir. Ella perdería su belleza al no tener que
esperar y el perdería su fuerza al no tener que llegar a ella…
-Eso es estúpido. No tiene sentido… -La
interrumpió con voz incrédula. De repente se había olvidado de volver a morder
la manzana. –Si es hermosa, seguirá siendo hermosa. Si el es fuerte, seguirá
siendo fuerte…
-Puede ser, pero tienen miedo de que no sea así
y por eso García se deprime y busca consejo con Nina… Es un romántico sin
remedio y cuida el castillo, pero a veces no puede soportar la crueldad de su
deber y deja a Lobo pasar… Entonces disfruta como la princesa y el se encuentran
una vez más. Nina dice, que García dice, que es algo increíbley único… Fuego
hecho vida, vida fluyendo entre besos y suspiros… -Él la miró unos momentos,
pero no la veía a ella realmente. Parecía más bien inmerso en sus propias
ideas. Entonces giró el rostro con violencia y volvió a morder la manzana.
-¿Y pod qué Gadcía simpemente no ho deja pasad
siempde…? –Dijo con la boca medio llena.
-Porque tendría que morir… Un dragón sólo puede
faltar a su deber en el caso de que muera. García es un romántico sin causa, pero
sigue siendo un dragón al fin y al cabo, por lo que no puede ser tampoco lo
suficientemente romántico… -Suspiró con pesadez, sus ojos destilando nostalgia
y tristeza. -Los dragones no son tan románticos, lastimosamente…
-¡Qué estúpido! Nadie tiene que morir. –Jugaba
con la fruta mordida en su mano y la observaba con desprecio, como si derepente
no se viera tan apetitosa. -Ellos son los únicos culpables… -Aquello último fue
casi un susurro.
-Yo moriría por ellos… -Sonrió al ver que los
ojos claros la contemplaban ahora con increíble sorpresa. –Moriría al instante
y les dejaría la puerta abierta… Así Lobo podría volver todas las noches o la
princesa podría seguirlo cuando quisiera… Pronto perderían el miedo y sabrían lo
mucho que se necesitan, sabrían que nunca más podrían separ…
-¿Por qué Nina te cuenta esas cosas? –Soltó de
repente con voz exasperada. Sin previo aviso se puso de pie, apartando la silla
con violencia y haciendo que las patas de la misma rechinaran contra la madera del
suelo. –Qué historia más rematada… -Su rostro volvía a endurecerse y sus ojos
claros despedían una ira desconcertante y confusa. Ella sólo lo miró con
sorpresa y sin saber el por qué de la impulsiva reacción. El tampoco esperó a
que dijera nada. Se dirigió al interior del hotel nuevamente, dando un portazo
a su espalda y provocando que el balcón se sacudiera.
De nuevo se encontraba sola y con el pulso
acelerado. Las hadas revoloteaban con tanta desesperación en su estómago, que
incluso creía comenzar a sentirse mal. El problema era que ya no tenía ganas de
comerse el resto de la rosquilla y dudaba mucho que las hadas quisieran tampoco…
El cielo embotado había comenzado a oscurecerse y la gruta ya no era visible. Se
preguntaba si esa noche Lobo alcanzaría a su princesa y se desharía en besos y suspiros
con ella...
***
Sentía como el baño caliente había reconfortado
sus músculos y aligerado su mente... incluso el alboroto de las hadas había
cesado ya bastante. Se puso pijama de una vez, ya que no iría a la fiesta del último
día. Nunca lo hacía, prefería conversar consigo misma y dejar volar sus ideas
con la música. Eso era mucho mejor que observar y no descubrir nada, que desear
y no obtener… Así por lo menos sabía que en sus sueños no sería decepcionada, o
por lo menos en la mayoría de los casos era así…
Se secó el exceso de agua del cabello con un
paño, y luego de desenredarlo y secarlo, entró en la habitación compartida. Soltó
un grito entonces, al ver a alguien sentado en su cama. Se suponía que estaría
sola, por lo menos hasta entrada la madrugada, y no había oído que nadie tocara
la puerta o parecido…
-¿Qué haces aquí…? –Nunca la buscaba dos veces
en un día y menos en un momento así. Debería estar junto a los otros treinta y
cinco, celebrando algo ilógico y escuchando conversaciones que poco le
importaban. Sabía que era así, lo podía ver en sus ojos claros… Además se
preguntaba como había entrado, sólo habían dos llaves y ella tenía una de ellas…
¿se la habría pedido a…?
-No pareces muy feliz de verme… -Enarcaba una
ceja, mientras la observaba con seriedad. Esa vez no llevaba manzanas y tampoco
parecía vestido para la ocasión. Más bien podría decirse que, como ella, andaba
en pijamas también.
-Deberías estar con los otros treinta y cinco…
-No sabía que más decir. Aquello se salía completamente de los patrones que
ella conocía. Eso la confundía y nublaba su mente. Él simplemente rió por lo
bajo y se puso de pie, bloqueándole el camino mientras escondía las manos en
los bolsillos del pantalón.
-¿Por qué debería…?
-Porque eso es lo que haces… -Aquello no
pareció gustarle en absoluto, ya que su rostro se endureció como el de una
estatua.
-Pues ya no. De hecho estuve hablando con Nina…
-Se cruzó de brazos mientras la miraba desde sus veinte centímetros de más.
Ella lo contempló con desconcierto y sintió como las hadas comenzaban a
despertar nuevamente. Y tanto que le había costado volver a calmarlas… –Lobo,
García y la princesa enloquecida existen…
-¡Claro que existen! –El simplemente ladeó una
sonrisa y continuó hablando.
-Como dije, estuve hablando con Nina y nadie
tendrá que morir. Además he tenido unas cuantas palabras con Lobo también… De
fuerte no tenía nada… -Pestañeó un par de veces, intentando comprender le que
le decía. Él nunca había hecho algo así, él nunca había vuelto a ella o hablado
de sus historias de nuevo… Tal vez se debía a que fuera de Nina en realidad… –Y
por último… me he asegurado de algo, que la verdad sabía desde hace demasiado
tiempo... –Clavó su mirada clara en ella, obligándola a recorder a las hadas de
nuevo. -La princesa nunca perderá su belleza…
Sentía como las palabras se agolpaban en su
boca, luchando por salir. Al mismo tiempo sin embargo, no encontraba su propia
voz para hablar. Por más de que intentara ordenar la información en su cabeza,
esta parecía estar rodeada por una neblina que simplemente le impedía pensar
con claridad… Además, tenía la extraña sensación de que cada vez había menos
distancia entre ellos. Lo único que logró pronunciar en su confusión fue un
torpe…
-¿García… no tendrá que morir? –Curvó los
labios en una mínima sonrisa.
-El es un dragón y los dragones necesitan
dormir mucho. En sueños pueden ser además todo lo románticos que quieran. García
está ya cansado y ahora podrá disfrutar de los suspiros de Lobo y la princesa
enloquecida mientras duerme, sin tener que morir… -De repente sus ojos claros
se encontraban a sólo centímetros de ella, tan cerca que podía observarlos con
detalle: los rayos de luz, las sombras grises y los matices verdes... Sintió
entonces un vuelco en el estómago. Necesitaba azúcar urgentmente antes de que
las hadas se fueran a lastimar las alas.
-¿Y si despierta…? –Su voz era un hilo
silencioso y casi inentendible, pero es que no necesitaba más tampoco. El se
encontraba tan cerca ya, que nisiquiera se atrevía a verlo a la cara. Desvió la
mirada hacia algún lado, evitando las líneas de su rostro y buscando un punto
lo suficientemente interesante en la alfombra. Ahora incluso podía sentir su
aliento cálido y con sabor a sandía acariciar sus mejillas y humedecer sus
labios… Cerró entonces los ojos, mientras pensaba que debía apagar ya la calefacción.
-Cuando García despierte, ya Lobo y la princesa
habrán muerto… -Su voz era un susurro también. Este cosquilleaba en su lengua y
se convertía en un escalofrío, el cual recorría su cuerpo y la hacía temblar… –Cuando
despierte, ya se habrán deshecho en besos y suspiros… García no tendrá a nadie
más a quien guardar… -Entonces lo pudo confirmar. Estaban tan cerca ya el uno
del otro, que no había espacio entre ellos…
Primero fue un roce casi imperceptible, ligero
e inocente… luego una presión suave sobre sus labios. El aire escapó de sus
pulmones y las hadas terminaron por enloquecer. Gritaban con hambre, como si no
hubieran sido alimentadas nunca, y sabía que con azúcar ya no podría mantenerlas
bajo control. Escuchó tres veces el latir de su corazón en su oído y entonces su
mente se desconectó… Su cuerpo se abalanzó hacia él, sus manos se enredaron en
su cabello suave y su boca apresó la de él. Mientras tanto sus brazos la
rodeaban por la cintura y la atraían aun más, si es que eso era posible…
No era un beso suave y romántico, si no irracional
y apasionado. Ella intentaba contar todo lo que no había podido hasta ahora,
mientras el luchaba por centrarse en cada una de las sensaciones que comenzaba
a descubrir. Sus lenguas trataban de imponerse al otro, sabiendo cada uno que
aquello sólo funcionaba porque ninguno se daría por vencido. Habían esperado
demasiado, habían anhelado en silencio, se habían deseado con desesperación… Y
ahora que lo sabían, no lo dejarían pasar…
Fue una eternidad en la que su mente se
desboronó y sus sueños perdieron los colores vivos que ella misma les había
dado. Nada se acercaba a la realidad, nada podía compararse a sentirlo
realmente, a escuchar sus supiros en el silencio de la habitación chocar contra
los suyos propios… Nada podría superar el hecho de que fuera ella la única que podía
disfrutar de aquello… que fuera parte de ello, que lo provocara. Pero nada era infinito
y algo tan explosivo tenía que acabar también, sobre todo cuando los pulmones
volvían a exigir oxígeno...
Tenía la respiración agitada, temblaba
ligeramente y aun no se atrevía a abrir los ojos. Tenía miedo a descubrir que
todo era nada más un producto de su imaginación, una creación de su mente
siendo alimentada por violines y flautas… El subir y bajar rítmico de su pecho
contra el de ella le confirmaba sin embargo, que aquello tenía cuerpo, uno que
en esos momentos se aferraba a ella con desesperación. Con sorpresa sintió entonces
como sus labios, aun rozando los de ella, se ampliaron en una sonrisa… Ella
misma no pudo evitar hacer lo mismo al imaginarse los camanances…
-A partir de mañana Nina podrá hacer su pie de
manzana…
-¿Ya no irás por más…?
-Ya no me harán falta… Estoy seguro mis hadas estarán
satisfechas con su nueva dieta…
-¿Azúcar…? –Finalmente abrió los ojos,
encontrándose con los claros de él, los cuales la observaban con detenimiento. Brillaban
y destilaban algo dulce… algo que nunca antes había visto en su mirada.
-No… Una princesa eternamente hermosa y
rematadamente loca… -Volvió a apresar sus labios con suavidad y deseo. Al
parecer las hadas aun tenían hambre, al parecer tendrían hambre toda la noche,
todas las noches…
Ya no tendría que hacerse más preguntas… Lobo
había alcanzado a su princesa enloquecida para siempre y se deshacería en besos
y suspiros con ella…